Consejos de escritura (IV)

Si acabas de aterrizar por aquí, esta es la cuarta entrega de una serie en la que recojo algunas lecciones aprendidas durante los tres años y pico que me ha llevado escribir Yunque. Lo que significa que debes darle a estas entradas el valor que merecen (lo que es algo que deberás determinar tú), ni más ni menos. 

Puedes echarle un vistazo a las anteriores entregas en los enlaces siguientes: primera, segunda y tercera. La última entrega versaba sobre la longitud de las frases, aunque me entusiasmé y acabé con un par de ejemplos. Hoy vamos a comenzar con una recomendación similar. 

11. Aprende a leer el ritmo de las escenas.

Ya vimos en la última entrada que si no es absolutamente necesario, no deberías incluir frases demasiado largas. Y aunque "demasiado" es un término cargado de subjetividad, seguro que puedes hacerte una idea aproximada. En el otro extremo, tampoco es aconsejable utilizar "demasiadas" (vaya, otra vez) frases cortas. Debo aclarar que con el término frase me refiero a un conjunto de palabras separadas exclusivamente por espacios y comas; un punto o un punto y coma divide dos frases. En definitiva, se trata de saber "leer" el ritmo de la escena, utilizar las frases cuya longitud se adapte mejor y alternarlas para que no se pierda el efecto (tres docenas de frases de menos de 5 palabras no transmiten ritmo, aburren). 

Eso lo que a menudo se define como "musicalidad" del texto, palabra que define bien esta recomendación. Claro que una canción de Skrillex se puede tocar con guitarra o incluso oboe, pero no sonará igual y en muchos casos, no transmitirá lo que el autor pretendía cuando compuso el tema (es decir, volverte loco). Es más, es probable que haga falta mucho más esfuerzo para que suene a algo decente si se utiliza un instrumento distinto al original.

Dicho de otra forma, claro que puedes describir una persecución policíaca utilizando solo frases largas, pero asegúrate de que logras la velocidad y el tono del texto que la escena necesita, y no que has impuesto un estilo demasiado pausado solo porque te gusta o se te da mejor la prosa densa.

12. Coge distancia del texto y sumérgete en él casi hasta que lo odies. 

Durante el tiempo que me ha llevado escribir Yunque, ha habido meses en los que no he tocado una coma, mientras que otros me los he pasado obsesionado con la historia, escribiendo (revisando, más bien) varias horas al día. Ambas cosas son necesarias.

La primera te sirve para volver a entrar en la historia casi como si fuese nueva o incluso hubiese sido escrita por otra persona (lo que dependerá del tiempo que lleve el manuscrito en barbecho), y la segunda para identificar posibles mejoras e incoherencias del argumento y unificar el estilo y la voz (si han pasado seis meses entre dos capítulos, la voz puede llegar a discrepar bastante de uno a otro). Solo hay que tomar dos precauciones: no alejarse tanto del texto que jamás regreses a él, y no sumergirse tanto que acabes ahogándote (lo que en última instancia conduce a abandonarlo).

13. Recorta... pero no te pases. 

Este es otro de esos consejos habituales: recorta, recorta y recorta. Sin embargo, es una de las recomendaciones más complicadas de seguir, porque aparte del componente subjetivo, no creo que haya nadie a quien no le moleste eliminar esa digresión existencial del personaje que le ha quedado tan estupenda y que le costó tantas horas escribir, pulir y sacar brillo. Sí, ha quedado fantástica, pero analiza si es necesaria. ¿Detiene el ritmo del capítulo? ¿Es coherente con el personaje? ¿Aporta algo a la historia?

Si la respuesta a las tres preguntas es "no", lo más probable es que la tengas que amputar. Sin embargo, puedes optar por soluciones alternativas. Si ralentiza el ritmo, quizá en otro lugar del texto encaje bien. Quizá no sea adecuado para ese personaje, pero sí para otro, o incluso la puedas adaptar para el narrador. Si no aporta nada a la historia, es posible que puedas reorientar la escena para que lo haga, aunque tampoco trates de encajar una escena simplemente porque te has enamorado de ella; recortarla no implica eliminarla de la faz de la tierra y olvidarte de ella. A lo mejor la puedes desarrollar en un relato independiente, o incluirla en una futura obra. Si es buena, seguro que puedes encontrarle un nuevo "hogar".

Cuando acabé el primer borrador, incluso aunque durante la escritura de este iba haciendo pequeñas revisiones del texto, me planté en 154000 palabras. La versión final del manuscrito tiene 136000 palabras, lo que supone una reducción de casi el 12 %. ¿Hay párrafos o escenas que podría haber eliminado? Es probable, pero no lo hice porque tenía dudas (y lo confieso, alguno me dolía demasiado). En el otro extremo, ¿es posible que eliminara partes que podía haber dejado? También, aunque nunca lo sabré. La cuestión es que no hay una regla de oro. Escribir no es una ciencia exacta, así que no te obsesiones. Si la miras objetivamente y estás convencido de que cumple un papel, aunque sea de extra secundario, déjala.

 

Hasta aquí, las lecciones, consejos, recomendaciones de hoy. En unos días, la siguiente entrega. Si te ha parecido interesante, compártelo con tus seguidores, mascotas, amigos y enemigos