Leísmo, laísmo, loísmo y otras cosas del comer

Si hay un elemento gramatical que me ha traído por la calle de la amargura durante la escritura —corrección y revisión, más bien— de la novela, ese ha sido el leísmo bueno. Reconozco con bastante naturalidad (cosas de no haber crecido en la zona centro de la península) el laísmo, el leísmo malo y el loísmo. Pero el leísmo bueno me puede, lo reconozco. Mientras corregía la novela, he pasado literalmente días leyendo el DPD de la RAE (Diccionario Panhispánico de Dudas) en busca de casos que consideraba dudosos. 

Aunque imagino que el lector ya lo habrá pillado, me refiero a leísmo bueno a los casos en los que gramaticalmente debería utilizarse lo, pero la RAE, que es muy generosa, nos permite —pero lo considera un poquín menos bueno— utilizar el le.

Sin embargo, esta dispensa está acotada al leísmo referido a persona masculina singular. Quedan fuera el femenino, el plural y el referido a cosa. Por tanto, lo que denomino leísmo malo es aquel caso en el que se utiliza le(s) cuando debería emplearse la(s) o lo(s). Por ejemplo: El coche le lleva al taller mi hermano todos los meses. Ya, suena fatal, pero esas cosas pasan.

Luego está el loísmo, que es utilizar lo(s) cuando se debe utilizar la(s) o le(s), y el laísmo, que como ya habrá el lector inducido, es cuando se utiliza la(s) cuando se debe utilizar lo(s) o le(s). Por ejemplo, La escribí una carta es un laísmo, y Los dije que no vería el partido con ellos un loísmo. 

Sigamos. Aparentemente, las normas para la utilización de los prónombres átonos de tercera persona lo(s), la(s), le(s) son sencillas, y se muestran en el siguiente cuadro (extraído de la RAE):

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Resumiendo, y continúo citando la misma página de la RAE (la ne:

  • Cuando el pronombre desempeña la función de complemento directo, deben usarse las formas lo, los para el masculino (singular y plural, respectivamente) y la, las para el femenino (singular y plural, respectivamente).

  • Cuando el pronombre desempeña la función de complemento indirecto, deben usarse las formas le, les (singular y plural, respectivamente), con independencia del género de la palabra a la que se refiera el pronombre.

Una vez que sabemos esto, para escoger el pronombre adecuado, solo será necesario saber si el pronombre actúa de complemento directo o indirecto. Si el verbo es intransitivo, está claro que solo admite complemento indirecto, por lo que utilizaremos le o les, según sea el caso. Si es transitivo, pues el complemento directo irá con lo, los, la, las y el indirecto con le y les. ¿Fácil, no?

Pues no. Resulta que, si ya de por sí no siempre resulta sencillo saber cuál es el complemento directo y cuál el indirecto (la pregunta ¿a quién? que nos enseñaron en clase a muchos de mi quinta, e intuyo que a posteriores, no sirve de nada, o más bien, solo sirve para confundir) hay más de una y dos excepciones a la norma en cuestión. 

Uno podría pensar que si el leísmo bueno está aceptado, el tema tampoco es tan grave. Sin embargo, todos estos -ismos están estrechamente relacionados, por lo que saber cuándo utilizar lo y cuándo le (Lo escuché hablar es más correcto que Le escuché hablar, aunque ambos son aceptados como correctos) nos librará de cometer errores gramaticales, como en Le escuche hablar, cuando "le" hace referencia a una mujer.

Es cierto que, por lo general, suelo saber más o menos qué pronombre toca, por educación, costumbre, formación, etc. Pero cuando uno lleva meses enfrascado en las mismas palabras ya no acierta a saber qué está bien y qué está mal, por lo que decidido elaborar una pequeña lista con los casos más significativos, o esos en los que me cuesta distinguir el le del lo en el leísmo bueno.

Así que allá vamos, a partir de la página del DPD sobre leísmo y de un fantástico texto de Inés Fernández-Ordóñez, de la Universidad Autónoma de Madrid. Buena parte del texto está extractado directamente de dichas páginas, aunque simplificado y reducido. 

 

Verbos de afeccción psíquica

Los verbos llamados de «afección psíquica»: afectar, asustar, asombrar, convencer, divertir, impresionar, molestar, ofender, perjudicar, preocupar, etc., admiten tanto el uso de los pronombres de acusativo —lo(s), la(s)— como de dativo —le(s)—.

Si el sujeto es animado y se concibe como agente de la acción: A mi madre la impresiono cada vez que me dan las notas, optaremos por el acusativo —lo(s), la(s)—, mientras que si el sujeto es inanimado o es una oración, utilizaremos el dativo —le(s)—: A mi madre le impresionan las notas que saco

La cosa se complica un poco más, ya que aunque sea un sujeto animado, depende de si la acción es voluntaria —lo(s), la(s)— o involuntaria —le(s)—: A Juan le divierte su hermano (le divierte verle hacer monerías), o A Juan lo divierte su hermano (es el hermano el que hace con sus monerías que se divierta). 

Por último, cuando es un sujeto inanimado, es habitual utilizar lo(s), la(s) si el sujeto va antes del pronombre, y le(s) en caso contrario: A Juan le ofendieron sus palabras, Sus palabras lo ofendieron.

 

Verbos de influencia

Los llamados «verbos de influencia» son los que expresan acciones que tienen como objetivo influir en una persona para que realice una determinada acción, como autorizar, ordenar, invitar (‘animar’), permitir, exhortar, etc.

En este caso, si el verbo lleva un complemento de régimen (obligar a, invitar a, convencer de, incitar a, animar a, forzar a, autorizar a), utilizaremos le(s). En caso contrario, la(s) y lo(s).

 

Verbos Hacer y Dejar

Los verbos hacer y dejar cuando significan, respectivamente, ‘obligar’ y ‘permitir’, siguen la misma estructura que los verbos de influencia: «verbo causativo + complemento de persona + verbo subordinado». En este caso, si el verbo subordinado es intransitivo, utilizaremos la(s) y lo(s), y en caso contrario le(s).

Como en muchos casos de leísmo, la RAE utiliza fórmulas como "tienden a construirse", "habitualmente", "es habitual", que aunque introducen ambigüedad, dejan claro que en muchos casos no se trata de blanco o negro. 

 

Verbos de percepción

Los «verbos de percepción» ver y oír se construyen con la(s) y lo(s) cuando se construyen con un complemento de persona y una oración de infinitivo en función de complemento predicativo. Por ejemplo: Lo escuché hablar a través de la puerta. (Hablar es intransitivo).

Por otro lado, si el verbo en infinitivo es transitivo, es habitual utilizar le(s): Le escuchaba comer a todas horas. (Comer es transitivo).

 

Verbos con complemento directo de cosa e indirecto de persona

Este caso es algo más complejo. Por ejemplo: La enfermera cosió la herida a Pedro. En este tipo de frases, es habitual que el complemento directo se omita: La enfermera cosió a Pedro. En estos casos, si pasamos la oración a pasiva y mantiene el sentido, el complemento indirecto pasa a ser complemento directo, y utilizaremos lo(s), la(s). En este ejemplo, la transformación nos devolverá Pedro fue cosido por la enfermera, es decir La enfermera lo cosió.

Si la pasiva no es posible o se cambia el sentido de la frase, utilizaremos le(s). Por ejemplo, Leí a mi mujer [una página del libro] no admite (en un sentido literal) la pasiva: Mi mujer fue leída por mí, por lo que diremos Le leí a mi mujer.

 

Verbos con cambio de régimen

Existen determinados verbos cuyo régimen viene cambiando de dativo —le(s)— a acusativo —lo(s)/la(s)—, aunque este cambio no se ha dado de manera uniforme en todas las geografías.

En este caso están ayudar (a), aconsejar (a), avisar (a), enseñar (a), obedecer (a), picar (a), reñir (a) y temer (a). Aunque lo más correcto parecería ser utilizar el acusativo —lo(s)/la(s), también es aceptable utilizar el dativo —le(s)—, al ser un cambio irregular geográficamente (en otras palabras, nadie te va a mirar raro ni señalar por la calle, al menos no por esto).

 

Verbo Llamar

El caso de llamar es interesante. El DPD indica que prácticamente en todos los casos, excepto cuando equivale a llamar a la puerta, se utiliza el acusativo —lo(s)/la(s)—, aunque Inés Fernández-Ordoñez señala que «si el predicado forma parte "inherente" del objeto, como es su nombre propio o aquél mediante el cual podemos identificarlo unívocamente, el caso asignado suele ser lo/la, mientras que si se trata de una denominación especial sólo propia de una zona o de un grupo, un mote o apodo, se siente como "externa" al objeto, y entonces éste recibe dativo [le(s)]».

Quédense con la opción que prefieran.

 

Verbo Seguir

El verbo seguir es otro de esos casos poco definidos. Según el DPD, cuando significa ir detrás o después, es transitivo y siempre se debe utilizar lo(s)/la(s). Sin embargo, parece que el uso de le(s) también es común.

Inés Fernández-Ordoñez señala que se acompaña de le cuando «sobreentiende un objeto directo con el significado de "los pasos, la ruta, el camino", de ahí que el verbo se interprete como "andar en fila, ir uno detrás de otro", mientras que cuando se acompaña de acusativo [lo(s)/la(s)] significa "perseguir"».

 

Y hasta aquí, el mini repaso a los verbos que me he encontrado que presentan cierta dificultad a la hora de escoger entre le, lo y la. Por supuesto, hay más. Lo bueno de esto es que la misma regla sirve para evitar el leísmo, el laísmo y el loísmo, por lo que si sabemos que lo (más) correcto es Lo miré con inquietud (a él), sabremos que su forma femenina es La miré con inquietud (a ella), y evitaremos cometer un error que en su forma masculina está admitido.

Y esto es todo por el momento.

Corregir un texto (I): las expresiones regulares

Si recuerdan, hace unos días estuvimos viendo las reglas básicas de las acotaciones en los diálogos, cuyo conocimiento es imprescindible (pero no suficiente, claro está) para que alguien enfrente nuestro texto con seriedad. Les comentaba que aunque algunas de las reglas eran sencillas de buscar con Word, otras no lo eran tanto. Ahí es donde entran las expresiones regulares, que a lo largo de esta serie de entradas verán que son de gran ayuda para detectar esos errores que dejan el texto en evidencia.

Una expresión regular es, según la Wikipedia, una secuencia de caracteres que forma un patrón de búsqueda. No sé si eso les dice algo, pero lo entenderán enseguida. Pero primero vamos a organizar un poco la mesa de trabajo. 

Ingredientes

  1. Aunque no es necesario que sean unos maestros de la informática, sí que es necesario que tengan un mínimo de soltura. Y es un mínimo muy bajo.

  2. Necesitaremos el texto a corregir, en versión borrador final. Esto es importante porque lo que vamos a hacer es buscar los errores que no hemos detectado tras muchas lecturas, esos que no aparecen aunque lo leas mil veces. Una vez encontrados, los corregiremos manualmente en el borrador. Si nos ponemos a buscar errores en un primer borrador, saldrán tantos que no será útil.

  3. Necesitamos que el texto no esté en un PDF, sino en Word, txt, rtf, html, lo que quieran, pero no PDF. Enseguida verán por qué.

  4. Por último, necesitamos un editor que soporte las expresiones regulares. Aunque Word sí tiene la opción de utilizar caracteres comodín, lo hace un poco por libre y creo que limita algunas de las búsquedas. En mi caso, utilizo Notepad++, aunque otros como Sublime Text o EditPadPro también lo hacen. Escojan el que escojan, lo descargan y lo instalan.

Preparando el editor

Vamos allá.

Lo primero es abrir nuestro borrador, copiar el texto y pegarlo en el editor que vayamos a utilizar. Al hacerlo, vamos a perder cualquier estilo que hayamos aplicado, como la cursiva, que es la razón de que no podamos corregir sobre el texto. Por tanto, lo que vamos a hacer es buscar errores y luego iremos al borrador a corregirlos.

También necesitamos que el texto que copiamos esté en un formato editable, si no sucede lo siguiente:

El problema es que al copiar el texto en PDF, se copia exactamente igual que aparece en pantalla, por lo que las palabras que están divididas en guiones, se quedan divididas y por tanto, si buscamos una palabra que está dividida en dos líneas por un guion, no la encontraremos.

Lo siguiente es activar el ajuste de línea. ¿Por qué? Porque un párrafo de texto es en realidad una misma línea que continúa hasta que hay un salto de línea, aunque los editores como el Word lo presenten como varias líneas. Debajo, un ejemplo:

Bien, está claro. Activamos el ajuste de línea yendo al menú "Vista" y marcando la opción "Ajuste de línea". No tiene mucho secreto, pero por si acaso, una imagen:

Ajuste de línea.JPG

A partir de aquí estamos listos. Ahora vamos al menú "Buscar", y pinchamos en la primera opción, "Buscar" (también vale CTRL+F). En esa ventana vamos a ir a la pestaña "Mark", y marcamos lo que se muestra en la imagen: 

  • Coincidir MAYÚSCULAS/minúsculas.

  • Buscar en todo el documento.

  • Expresión regular.

La diferencia entre "Buscar" y "Mark" es que con "Mark" nos coloreará las coincidencias que haya encontrado, y una vez comprobado que hemos buscado lo que queríamos, podremos ir a "Buscar" e ir una por una.

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Las expresiones regulares

Aunque las imágenes parezca que hemos hecho mucho, en realidad todo lo anterior es bastante rápido y solo es necesario hacerlo una única vez. Ahora es cuando viene lo interesante. 

Podemos decir que una expresión regular es una cadena de "comodines" que el editor utiliza para buscar patrones. Aunque más adelante veremos más, por hoy nos vamos a conformar con unos pocos:

  • [A-Z] coincide con cualquier letra mayúscula... menos las nuestras, que habrá que añadir, y por tanto quedará [A-ZÁÉÍÓÚÑ]. No obstante, si buscamos un conjunto de letras, serán solo esas las que incluyamos dentro de los corchetes.

  • En el caso de las minúsculas, lo mismo: [a-záéíóúñ].

  • Los números los encontramos con [0-9], aunque podemos especificar los que buscamos.

  • El carácter especial ^ representa el comienzo de una línea.

  • El carácter especial $ representa el final de una línea.

  • El carácter especial * representa 0 o más instancias del carácter anterior. Por ejemplo, si ponemos en la caja de búsqueda la expresión regular Ju*an, buscará Jan, Juan, Juuan, Juuuan, etc.

  • El carácter \s representa un espacio, aunque también podemos poner un espacio :)

Si queremos buscar alguno de los caracteres especiales, lo único que tenemos que hacer es añadirles una barra invertida delante: \^ o \$.

Según lo que hemos visto, por ejemplo, la expresión [A-ZÁÉÍÓÚÑ][a-záéíóúñ]$ buscará todas aquellas líneas que acaban con una mayúscula seguida de una minúscula.

Del mismo modo, la expresión ^[0-9][abc][45][ABC] buscará todas aquellas líneas que comienzan por un dígito, seguido de 'a', 'b' o 'c', seguida de '4' o '5' y por último seguida de 'A', 'B' o 'C'. Por ejemplo, encontrará una línea que comienza con la cadena "2a5A". No obstante, no la encontrará si no está al principio de la línea ni si es por ejemplo "2ab5A", porque entre los dos dígitos solo puede haber una letra.

Eso no nos ayuda mucho, pero vamos a buscar un par de ejemplos un poco más reales. 

Ejemplo 1

En este primer ejemplo, vamos a buscar todas las líneas (o párrafos, si lo quieren ver así) de nuestro texto que no empiezan con mayúscula. La expresión regular es sencilla: ^[a-záéíóúñ].

Líneas que no comienzan en mayúscula

Como vemos, nos colorea en rojo los "matches" o coincidencias, y nos indica cuántas ha encontrado. Si el texto fuese mayor, iríamos a la pestaña "Buscar" e iríamos una por una.

Ejemplo 2

El segundo ejemplo es igualmente sencillo. Vamos a buscar aquellas palabras que tras una coma, comienzan por mayúscula, con independencia de que tras la coma haya o no un espacio (eso lo veremos más adelante). La expresión sería: ,\s*[A-ZÁÉÍÓÚÑ].

Es decir, una coma, seguida de 0 o más espacios, y una letra mayúscula.

Mayúscula tras una coma, con independencia del número de espacios que haya tras la coma.

Mayúscula tras una coma, con independencia del número de espacios que haya tras la coma.

Como vemos, nos colorea todas aquellas coincidencias donde hay una coma, cero o más espacios, y una mayúscula.

En la siguiente entrada veremos otros "comodines" y empezaremos a buscar cosas un poco más serias. Permanezcan a la escucha y si tienen dudas o quieren proponer ideas, háganlo en los comentarios.

Consejos de escritura (VII)

Libros

Vamos con la séptima y, oh, sí, última entrega de los consejos de escritura (las anteriores, aquí: primera, segunda y terceracuartaquinta y sexta). Los de hoy son los dos más evidentes, no por ello los más fáciles de seguir: leer y escribir.

Sin más dilación, acabemos con esto.

18. Lee. 

Si te falta la inspiración o la fuerza de voluntad, coge un libro y lee. Tanto los libros buenos como los malos te servirán de motivación, aunque por una razón diferente. En una entrevista que Juan Gustavo Cobo Borda le hizo a Gabriel García Márquez, este último decía: 

“Estando un día en Valledupar, con un calor espantoso, en un hotel, me llegó la revista Life, enviada por esos locos de Barranquilla. Allí estaba El viejo y el mar, que fue como un taco de dinamita. Porque lo que pasa, Cobo, es que los novelistas son unos lectores diferentes al resto de los humanos. Sólo leen para saber cómo están hechos los libros. Se trata de una lectura puramente técnica, para desarmar el libro y ver cómo está cosido por dentro".

Presta atención a los cambios de ritmo, los recursos que utiliza el autor para hacer saltos atrás, para referirse a otros personajes, describir escenas, cambiar de punto de vista, forma verbal, etc. El principal problema que tiene esto es que leer se convierte en un ejercicio menos placentero y más mecánico, pero es el precio a pagar por ganar el Pulitzer y que el mundo entero se rinda a tus pies.

Ah. Tampoco vale recurrir a la lectura caaaaaada vez que te falte fuerza de voluntad, porque eso no va a hacer que el texto se escriba solo. Lo he intentado, y no funciona. Lo juro.

19. Escribe.

Este último consejo parece bastante obvio, ¿no? Si te gusta escribir, parece que incluir un consejo que dice que escribas es de perogrullo. Del género idiota, vamos. Pero no lo es, para nada. En Jurassic Park, al descubrir que en una isla sin hembras han aparecido nuevas crías de velocirraptor, el profesor protagonista dice eso de "La vida se abre camino" (o algo así, mi memoria no es ningún prodigio). Eso es justo lo que pasa.

Tú quieres escribir, pero la vida se abre camino. Aparece Internet, la televisión, Netflix, HBO. Aparece hacer la compra, el trabajo, el hastío, el cansancio y la falta de concentración. Aparece el lavavajillas, la lavadora y limpiar la casa (de esto último no soy culpable, entre nosotros). Aparece Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp y el blog. Aparece tu pareja que con todo el derecho reclama algo de atención, los amigos, una tarde de vinos, la resaca, las vacaciones y los viajes. Aparece la duda, la soledad, la inseguridad, la sensación de que no acabarás nunca, la pregunta de por qué escribes, el sentido de tu vida y de qué coño estás haciendo con ella.

Tú quieres escribir, pero la vida se abre camino.

La cuestión es que hay que encajar los ratos de escritura en ese puzzle en el que parece que no cabe y al mismo tiempo arrinconar tus dudas y el cansancio. Pactar un tiempo para ti y recompensar esas concesiones. Buscar lugares sin conexión a Internet si tú no eres capaz de desconectar, dejar de mirar el móvil cada 5 minutos, utilizar alguna técnica de productividad sencilla como la del pomodoro, comprar unos tapones y buscar un sitio que te permita un mínimo de concentración. Sacrificar parte de tu tiempo de ocio, dormir menos, aprovechar cada minuto. Saltarte alguna sesión de vez en cuando, asumir que unas cartas te han tocado y otras las has elegido tú, y dejar de quejarte. Ahora que lo leo, me parece que suena muy motivador. No era mi intención.

Y esto es todo lo que tengo que decir sobre ello. Me voy a leer, que se me escurre la vida entre los dedos.